La Libertad: ¿Un derecho o una obligación?
Cuando pensamos en el significado de la libertad, de manera inmediata lo asociamos con el albedrío que tenemos los humanos para ejercer nuestra voluntad. Sin embargo, son pocos los que la correlacionan con la responsabilidad, aquella que nos obliga a responder por las consecuencias de tomar esas decisiones que responden a nuestras ideas o pensamientos.
Ser libres no equivale a hacer lo que nos parezca, sino por el contrario, asumir las derivaciones positivas o negativas de nuestros actos que se produzcan como resultado de las resoluciones adoptadas en nuestra vida.
Estoy convencida que todo individuo posee el derecho de tomar las decisiones que crea más conveniente para sus intereses, pero teniendo en claro que asume el riesgo de sus consecuencias. Bajo esta consideración, nuestra libertad de decidir o actuar está ligada al derecho de los demás; eso marca la gran frontera entre la libertad y el libertinaje, la cual se establece en el axioma de que los derechos de una persona terminan cuando los derechos ajenos comienzan. Tener enfocado correctamente este límite es ejercer la libertad plena, extralimitarse equivale a desarrollar un libertinaje que acarreará indefectibles consecuencias.
La actual crisis pandémica del Covid 19 genera los más variados comentarios, como de aquellos libertarios que critican a los Estados que han ordenado la cuarentena de sus habitantes, argumentando que aquella decisión viola el derecho de libertad. Aunque teóricamente podría tener sindéresis, no podemos obviar la prelación que tiene el derecho comunitario sobre el individual. La afectación del derecho de libre movilización desciende a un segundo plano ante el privilegio de la salud pública, la cual ante la inminente y crucial amenaza contra la vida de la colectividad debe primar en absoluto.
Para poder disfrutar de una sociedad libre es importante que los ciudadanos aprendamos, en especial las nuevas generaciones, que todo accionar trae consecuencia y que dicha libertad que es el derecho más preciado para los seres humanos acarrea consigo la obligación de responder por sus actos. Toda acción provoca reacción, cuyo efecto se gradúa de acuerdo al respeto del derecho ajeno.
A lo largo de los años he aprendido a valorar el concepto de la libertad y sobre todo a reconocer la fortuna de ser una persona que vive en un Estado libre. No es una dicha poseída por todos, siendo afortunados aquellos que podemos elegir el rumbo de nuestra vida sin lastimar de manera directa la vida de los demás. Muchos polemizan con mi criterio de estar a favor de la legalización de las drogas, del aborto, de la eutanasia, del matrimonio igualitario, del feminismo moderado entre otros temas controversiales pero comparten conmigo el mismo concepto de lo que es la libertad. Dentro del ejercicio de pensamiento de opinar en libertad sobre estos temas, me cumple aclarar que estoy en contra del suicidio o del aborto y más aún del consumo de drogas pero abogo por su legalización. En lo personal pude vencer todas las tentaciones propias de la vida universitaria, especialmente presentes en los EEUU, donde desarrollé mis actividades académicas, relacionadas con el consumo de drogas, tampoco permitiría que se practique en mi cuerpo un aborto, pero aquello no me autoriza a descalificar a las personas que piensan distinto, atribuyéndome la autoridad de determinar lo bueno o lo malo. Por ello comprendí que no por el hecho de estar prohibido por la ley, deje de ocurrir. Al contrario, su aprehensión se exacerba y la industria que lo produce o que lo promociona lo intenta imponer a la fuerza, haciendo reinar la violencia. Ejemplos históricos son la famosa ley seca en Estados Unidos, entre el 7 de enero de 1920 y el 6 de diciembre de 1933, donde era prohibido vender bebidas alcohólicas. Lo único que esta ley trajo consigo fue más violencia, injusticia, corrupción generalizada y por supuesto la creación del crimen organizado.
Por eso mismo considero que es necesaria la legalización de las drogas para así finalmente acabar con el narcotráfico y su nefasta violencia. No se puede legalizar las drogas de la noche a la mañana, esto debe tomar tiempo y se debe ejecutar un plan para así generar un proceso en donde se hagan varios estudios sobre el impacto que esta legalización tuviera en la sociedad. Yo fui testigo de cuándo se votó para legalizar la marihuana en el estado de Colorado el 6 de Noviembre del 2012. Tomo 13 meses para que se pusiera en vigencia la ley, a pesar de su promulgación, pues se tenía que crear un sistema para el cultivo, producción, repartición y venta. No fue tarea fácil, de hecho tomó su tiempo, pero gracias a esa ley, muchos pueden acceder actualmente a la marihuana de una forma segura, con beneficio para el estado, que puede recaudar dinero, el cual es utilizado para combatir otras drogas y sobre todo para llevar un mejor control de la cantidad adquirida por la comunidad consumidora. Me gustaría invitarlos a leer más sobre la legalización de la marihuana en Colorado, ya que es un caso muy interesante.
Sobre la legalización del aborto y de la eutanasia que tienen un fondo más oscuro, ya que para muchos esto es considerado un crimen contra la vida, pienso que todos tenemos el derecho de decidir el momento de dar por terminada nuestra existencia si estamos sufriendo por una enfermedad ante la cual no existe la cura y provoca una pérdida total de la calidad de vida. La discrepancia la debato incluso en mi seno familiar, con mi padre y mi esposo, quienes consideran que uno desconoce el momento en que puede encontrarse la medicina que alivie o cure la insoportable enfermedad, lo cual contrasta con la práctica de la eutanasia pues mañana puede ser descubierta la solución a la misma, pero es ahí cuando creo que juega la libertad, la responsabilidad y la consecuencia. Hay gente que tiene la fuerza de luchar hasta el final y están en su legítimo derecho pero creo también en el derecho de aquel físicamente débil a decir: ya no quiero más, quiero descansar en paz.
Considero que la legalización del aborto es importante porque, como lo mencione anteriormente, su ilegalidad no impide su práctica. Soy una persona Pro Vida, mi deber es siempre luchar por la vida de quien ya está con nosotros, en este caso de las miles de mujeres que mueren de forma clandestina. No creo que la legalización del aborto se debe dar únicamente con la destipificación, sino que se debería crear un sistema como el vigente en Uruguay, donde la paciente tiene que pasar por diferentes filtros antes de decidir tener un aborto. Por ejemplo, debe hablar con un psicólogo para asegurarse de que su decisión se toma en absoluta libertad de criterio y no por miedo ni presiones externas. Así mismo recibir toda la información médica donde se le explique el procedimiento que se le va a aplicar así como exponerle los peligros que puede correr y finalmente conversar con un representante del Estado para conocer las opciones de ayuda que de éste pueda recibir. Muchos dirán que el estado no tiene nada qué hacer en este tema pero muchas mujeres abortan por falta de recursos para mantener a su hijo por lo que sí es bueno contar con una alternativa estatal que pueda ayudar a esa futura madre. Habrá acaso una mejor inversión de nuestros impuestos que salvar una futura vida? Si, yo creo que el Estado se debe involucrar lo menos posible en la vida de sus ciudadanos pero también creo que cuando puede ayudar, debe aceptarse su participación respetando la dignidad de las personas. Muchos hablan de dar al futuro niño/a en adopción pero esas mismas personas nunca han pensado en adoptar y ahí es cuando nos tenemos que preguntar ¿Qué pasa con esos niños? ¿Son un número más en una estadística?
Estos temas son muy polémicos y muy importantes para debatir. Les hice apenas una pequeña introducción pero espero en los siguientes artículos incorporar más criterios sobre cada uno de estos candentes debates inmersos en la palestra social. No cabe culminar este ensayo sin consultarles a mis distinguidos lectores: ¿Qué es la libertad para ustedes?