El Amor es Respeto y Aceptación, No Tolerancia
El mes del Orgullo LGBT+ es un mes controversial para muchos ciudadanos. Algunas personas todavía se incomodan por los desfiles y manifestaciones de la comunidad LGBT+, mientras que para otros es la actividad más esperada del año, pues significa la oportunidad de reivindincar el derecho de igualdad sexual habitualmente discriminada.
En pleno siglo XXI, cuando se piensa que las prácticas marginadoras a causa de racismo o sexualismo son cosas del pasado, sin embargo la costumbre, que es una de las fuentes del derecho, terminó influyendo para que ciertas normas constitucionales y legales se conviertan en carcelarias de aquellas libertades humanas que no terminan de fluir con aceptación generalizada.
En nuestro país, una interpretación de la Corte Constitucional terminó dando paso a lo que se negaron los legisladores, atrapados aún por los arraigos sociales del pasado, permitiendo aquella resolución que puedan formalizarse y legalizarse las uniones libres, estables y monogámicas de dos personas del mismo sexo en matrimonio igualitario, un derecho que se abrió paso en razón de la militante actitud de quienes estuvieron siempre a favor pero que sigue siendo de ejercicio incompleto pues a sus contrayentes se les impide acceder a adoptar menores, impidiendo de esa forma que disfruten plenamente del derecho de familia y generando una enorme contradicción que cae en un vacío legal tan solo al reflexionar sobre una interrogante: ¿Si ya no es ilegal establecer la matriz familiar con personas del mismo género, por qué debe seguir siéndo lo civilmente derivado que es ampliar la familia a través de hijos adoptados? pues el mismo derecho deberían tenerlo aquellas personas impedidas por un problema funcional (esteriles) como aquellos que no podrán hacerlo por una incompatibilidad natural (por ser ambos del mismo sexo), pues ambos tipos de parejas se establecieron como familias enmarcados en la ley.
He escuchado a varias personas defender esta discriminación, incluso amparados en una sentencia de un Juez de Kentucky- EEUU, afirmando que en la adopción debe priorizarse el derecho del menor cual es el de tener una familia tradicional, contar con padre y madre. Pero ahí surge mi discrepancia: ¿Quienes somos nosotros para decidir que es una familia? la conocida como “tradicional” no garantiza por esa razón de ser, que es la mejor ni que en su seno crecerá el nuevo integrante con las mejores condiciones. El planeta está lleno de jóvenes con vicios de drogadiccion o entregados al hampa y de ellos la inmensa mayoría fueron criados dentro de aquel tipo de familia. Con el agravante de haber sido hijos nacidos de la relación por lo que emerge la duda: si muchas familias no son capaces de criar bien a sus hijos surgidos de forma “natural”, que nos puede hacer pensar que la condición de género distinto de la pareja es la clave para formar de una manera adecuada a hijos adoptados?
El niño en cuestión merece y tiene derecho a ser amado, respetado y sobre todo cuidado. Tiene derecho a tener una figura materna/paterna que lo guíe por el camino correcto y que se sacrifique como todo padre/madre lo haría por su hijo. No es necesario tener las dos figuras para ser un niño de bien, sino fuera imposible llevar adelante la crianza para madres solteras, viudos o divorciados. El menor no debe ser tratado como un número más para la estadística como lo pretenden aquellas mentes conservadoras que identifican su pensamiento con el bienestar de los niños carentes de familia y amor fraterno, los mismos que niegan el derecho al aborto y que en el fondo en el tema de adopción no se guían por la esencia de lo que realmente le conviene a ese pequeño ser pues habitualmente los que más expresan sus pensamientos no son los que adoptan, ya que han decidido tener sus propios hijos.
Más, luego de una serie de proclamas vinculadas a lo ético y moral terminan condenando a esos niños a ser recluídos dentro de un orfanato, donde la solidaridad humana de sus administradores y operadores es loable pero a los que no se les puede pedir que transmitan ese amor puro y único que solo lo pueden otorgar quienes traen al mundo a un ser o a aquellos que se comprometen a tenerlos como propios. Quisiera ver más niños en buenos hogares sin importar la orientación sexual de los padres que en un orfanato, donde no siempre todo es color de rosas, pues se han conocido maltratos físicos, emocionales y sexuales, aunque por suerte son excepciones y no reglas.
El amor es un sentimiento que une, jamás separa y peor discrimina. Sus elementos constituyentes son el respeto y la aceptación. Jamás pueden ser barreras para expresarlo ni el cuerpo de una persona, tampoco la religión, el país de origen, la raza. Es algo tan sublime y puro que se identifica con la esencia del alma. Por eso amamos a nuestros amigos, a nuestros familiares, a nuestros compatriotas, etc. porque el amor va más allá de lo físico y de las limitaciones que nosotros como humanos nos ponemos ante los demás.
El que discrimina y rechaza en nombre del amor, no conoce la verdadera esencia de ese sentimiento tan puro, que viene en varias formas y hay que saberlo disfrutar al máximo. Por mucho tiempo, no entendía porque la comunidad LGBT+ decía “No me toleres pero aceptame” y después de varios años de autorreflexión, hacer preguntas incómodas y sobre todo ESCUCHAR a la comunidad afectada, entendí que el amor no es tolerancia sino aceptación. Tolerar es un gran paso a la aceptación pero no es el destino final. Para ello no hay que empeñarse en ver las diferencias que separan sino las similitudes que unen.
Quiero confesarles a través de este artículo, que en algún momento de mi vida sentía incomodidad cuando escuchaba sobre prácticas sexuales igualitarias e incluso cuando debatíamos sobre adopción, no admitía otra forma que la tradicional. Durante años, busqué la forma de salir de mi zona de confort y me obligue a buscar más allá de lo que yo consideraba correcto y ahí fue cuando comencé a seguir a varias cuentas en instagram de activistas lésbicas y de promotoras de familias igualitarias. Al principio era incómodo, no sabía cómo sentirme por lo cual no interactuaba mucho con ellas pero las observaba con curiosidad para conocer sus pensamientos y anhelos más allá de sus tendencias sexuales. Eso me permitió ir tolerando las discrepancias hasta llegar al punto de aceptar nuestras diferencias y a partir de aquello, manteniendo plenamente mi pensamiento heterosexual convertirme en una aliada de sus derechos y por ello me complace replicar sus mensajes reivindicatorios. El ejercicio de los derechos ajenos no tiene que ir de la mano con nuestra forma de pensar o actuar. Solo así estaremos sembrando la semilla que se necesita para cultivar un mundo más equitativo.