Sin Oportunidades No Hay Futuro Ni Esperanza

Sin Oportunidades No Hay Futuro Ni Esperanza

Los jóvenes perfilan su futuro a través de la academia con el sueño de convertirse en profesionales pues saben la importancia capital que aquello tiene para sus vidas futuras; aquel título universitario que más allá de un simple cartón apergaminado pareciera convertirse en el pasaporte hacia el bienestar mientras los políticos alientan sus campañas prometiendo a esa juventud que quieren conquistar con propósitos electorales, del inefable como lejano derecho a aquella anhelada educación de primera, pero sin garantizar que luego de cumplido el objetivo universitario se presentarán las oportunidades necesarias para aprender, innovar, desarrollar y crecer profesionalmente. Como consecuencia de aquello, el sueño de elevar el birrete al cielo se convierte poco tiempo después en la pesadilla de engrosar la lista de desempleados o de emprendedores sin capital, ofreciendo el más triste y desolador escenario de una juventud deambulante e insegura.

Resido en EEUU desde hace algunos años atrás y puedo concluir y confirmar que por sobre las cosas que puedan atraer a ciudadanos del mundo para vivir en esta gran nación del norte, está el hecho cierto de ser un país de oportunidades y para ello no repara en guardar sigilosamente el perfil que se comporta inmune e incólume ante el paso del tiempo y los sistemas de gobierno: ofrecer facilidades a los emprendedores, proteger las empresas y valorar a los trabajadores. No convierte la dinámica de la actividad en una lucha entre obreros y empleadores sino en una confluencia de mutuos intereses donde las victorias o derrotas sonríen o castigan a ambos. Se establece la conveniencia mutua, como trabajar por hora, lo que garantiza un mejor ingreso para ambas partes; darle vida a una persona jurídica no es complicado y para emprender necesitas únicamente soñar y tener buenas ideas ya que siempre hay inversionistas para receptarlas, impulsarlas y también ganar con ellas. Aunque pareciera que acceder a la educación superior fuera difícil y oneroso y eso impidiera que muchos jóvenes la puedan cursar, las tan bendecidas oportunidades siempre se presentan incluso para aquellos que no pudieron iniciar o culminar su carrera universitaria y que aun así terminan poniendo en práctica lo que aprendieron a través de la experiencia o por la lectura de libros sobre temas relacionados a la actividad donde generaron experticia.

La educación de calidad y gratuita se convierte en el pilar donde se edifica el bienestar, pero de nada sirve si no hay el espacio para desarrollar los conocimientos. El advertir la ausencia dentro de la actividad económica de una multitud de profesionales que “quemaron” sus pestañas preparándose académicamente debe ser una de las realidades más frustrantes de la sociedad. No faltan quienes ponderan sistemas como el Cubano donde se ofrece una excelente educación gratuita, a costa de limitar la libertad de sus ciudadanos, sus industrias y negocios. ¡ de qué sirve educarse y tener a los mejores científicos, doctores, arquitectos si estos terminan como taxistas o guías turísticos porque al final de cuentas esas actividades generan más lucros! Exijamos a los políticos que desarrollen escenarios productivos para que nuestra juventud cuente con las oportunidades que permitan construir una economía sustentable.

Si en la próxima campaña electoral se ubica a la educación superior en la palestra del debate, que nuestros candidatos no se limiten a hablar solo de Universidades sino que lo complementen con verdaderos planes que estimulen la incorporación del nuevo profesional a la fuerza productiva del país. No sigamos lamentando sobre aquella amplia franja del desempleo, ni sobre la enorme cantidad de negocios quebrados. El Ecuador necesita más empresarios, más emprendedores, y más soñadores, que deben ser las grandes semillas a sembrar para que desde las actuales y futuras generaciones puedan cosechar un país que comience a crecer, alejando el miedo y la incertidumbre, para que desde el primer día de clases en las aulas universitarias los jóvenes avizoran en un futuro no lejano aquella fuente de producción donde puedan volcar con suprema ilusión todos sus conocimientos.