La Importancia de la Educación y de la Salud Pública
Aquellos de pensamiento liberal no compartirán buena parte de este artículo pues consideran que el Estado sólo debe intervenir en ciertos temas y no confían que pueda desarrollar una gran labor en terrenos como el de la educación y la salud. En su mayoría tienen la convicción y es probable que no les falte razón de pensar que las corrientes políticas, especialmente de corte populista, ven contraproducente tener a la mayor parte de la población lo suficientemente preparada académicamente pues como resultado de aquello, tendrán soberanía intelectual y por ende la tarea manipuladora y la maquinaria electorera será ineficiente. A Contrario sensu, considero que es trascendental que el Estado invierta un importante porcentaje de su presupuesto en estos dos campos sociales, que de alguna manera es revertir lo que la propia ciudadanía aporta con sus tributos, más allá de que la contribución de un amplio sector de la ciudadanía vía impuestos no represente significativamente valores que se manejan en la educación privada o en seguros médicos, no es menos cierto que el esfuerzo de la población reflejado en el ingreso estatal tributario justifica plenamente la máxima atención recíproca del Estado en los dos campos que sustentan el presente y futuro de la población: la salud y la educación.
Hoy más que nunca debemos entender la importancia de tener una buena educación y un gran sistema de salud pública. Tenemos que invertir en las futuras generaciones para así poder construir un país que este preparado para cualquier catástrofe, incluso de aquellas que son difíciles de imaginar y peor aún, de asimilar, como la actual, en pleno siglo XXI, en que el mundo se ha paralizado por desconocer la forma científica de enfrentarlo. En época en que la humanidad está intercomunicada a través de las múltiples aplicaciones de un celular, en que los Estados del primer mundo cuentan con inimaginable poder bélico, ejércitos numerosos y verdaderas fortunas derrochadas en su implementación, no ha podido descubrirse una sola vacuna que pueda frenar la arremetida de un virus como el Covid19, que con la fuerza de un huracán en su máximo nivel, ha golpeado a toda la humanidad.
Es verdad que el factor sorpresa nos ha desguarnecido, pero cuántas veces no se presentarán en futuro mediato este tipo de inconvenientes letales. Sin embargo, tan grave como la acción nociva del intruso microorganismo que hoy se llama de una manera y que mañana recibirá otro nombre, lo es el hecho lamentablemente real e imperdonable de que no podamos reaccionar positivamente a través de políticas de salud y disciplina social que nos permitan afrontar con éxito la tempestad.
La salud y la educación, son derechos, que deben ejercerse privilegiadamente de manera óptima por todos, no solo por una parte de la colectividad. Sin el pleno ejercicio de esos derechos fundamentales, los cuales deben ser gozados con la mayor calidad posible, se pone en riesgo la aplicación de otros como el de la propia vida, el de la libertad en todas sus dimensiones, los cuales pueden perderse, vulnerarse o violentarse. Como consecuencia de ello, proviene la discriminación y el abuso, creándose una relación de dependencia perversa que terminará de esfumar el tan preciado goce de la libertad en su verdadera expresión.
Una persona no educada correctamente es víctima de su falta de preparación y sin buena atención médica termina siendo presa de las frustraciones debido a su debilidad corporal. Por eso creo que el gobierno debe desarrollar una política de Estado dando prioridad mayúscula a estos dos campos, como verdadera y más exitosa receta para lograr el carísimo y anhelado propósito de erradicar la pobreza y la desigualdad entre ciudadanos. Solamente a partir de ahí podremos ver con beneplácito y sin mayor preocupación, la intervención privada en estas áreas, porque al final de cuentas su acceso será para el que quiera y pueda, a sabiendas que el resto de la población también está accediendo, a través de lo que brinda el Estado, a servicios de igual o superior calidad.
No hay mal que por bien no venga, de las duras crisis surgen cuan ave Fénix las oportunidades y ojalá ahora no sea la excepción. En nosotros, la sociedad, está honrar a todos los muertos por el Covid 19 y decidir cambiar, sacando a la educación y salud del último peldaño de la atención pública y colocándola en la cúspide del servicio social, con atención, presupuesto, estableciendo para ellas una verdadera política de Estado, que a través del tiempo y los Gobiernos de turno no desmaye en su prioridad.
Hoy, que estamos aterrados, que no sabemos que hacer, que estamos aburridos, usemos el tiempo en reflexionar como ciudadanos. ¿De qué nos sirve hacer paros cuando nos quieren eliminar los subsidios o cuando disponen incrementar impuestos? Si callamos cuando vemos que nuestros sistemas de salud y educación son paupérrimos.
Este virus nos termina trayendo la mejor lección de todas, sin salud no hay negocio, no hay movimiento, solo hay pánico. No nos preocupemos tanto por hacer riquezas ni por dejarles a nuestros hijos una herencia económica. Usemos esas energías para dejarles un país y un mundo lleno de científicos, arquitectos, abogados, doctores, policías, artistas, ingenieros, entre otras profesiones. Hoy, el causante de nuestro dolor es una enfermedad, en el 2016 fue un terremoto, mañana no sabremos cuál será la causa de una nueva calamidad, por lo que es momento de pensar en todo y ser proactivo; adelantémonos a los eventos catastróficos y tengamos un país lleno de profesionales que sabrán enfrentar cualquier dificultad y de ciudadanos disciplinados que estén dispuestos a obedecer disposiciones tan sencillas como #QuedateEnTuCasa. He ahí el mejor legado a nuestros hijos, porque con salud y educación tendrán no solo la riqueza material que la genera el sudor y sacrificio, sino la capacidad de resistencia a la adversidad que siempre encontraremos durante el transitar de la vida.